Hoy me gustaría reflexionar sobre unos grandes olvidados de la literatura y la investigacion en Psicología: los hermanos. A lo largo de la historia y desde diferentes corrientes, se ha escrito e investigado mucho sobre los padres y su influencia en la vida de los hijos. Pero creo que nuestros hermanos, esos iguales, han sido decisivos para que seamos quienes somos actualmente. Ellos han formado parte de nuestra vida desde el inicio e influyen definitivamente en nuestra forma de relacionarnos con el mundo.Veamos por qué.
Los hermanos conviven: desde bebés aprendemos a relacionarnos. Los hermanos son la primera referencia con otros iguales. Están en la misma categoría que cada uno de nosotros y con ellos aprendemos a jugar, a sonreir, a pelearnos por nuestro trozo de pastel, a negociar, a dialogar.
Los hermanos comparten la biografía de cada uno. Probablemente nadie sabe más de nosotros en los primeros años de vida que nuestros hermanos. Con ellos no hemos tenido secretos. Compartíamos trastadas, confidencias, cosas prohibidas. Nos han hecho de espejo y nos objetivan cuando nuestros recuerdos distorsionan lo que pasó. Caminaron con nosotros y compartieron el día a día: la misma habitación, los juguetes, la ropa, las bromas… Por eso, cuando un hermano fallece o se rompe drásticamente la relación, nos sentimos un poco huérfanos. No sólo perdemos a una persona muy significativa, también una parte interna nuestra muere.
Los hermanos compiten, y eso es bueno. Son nuestra primera frustración de la vida. Cuando llega otro hermano, el bebé descubre que no es el único; los padres reparten su tiempo y atención entre los hijos. El niño entonces se da cuenta de que tiene que hacerse un hueco, defender sus «posesiones», conquistar la atención y el cariño de los mayores. Descubre la rivalidad y eso le hace afianzar su confianza y luchar por lo que quiere. La competencia nos hace evolucionar y desarrollar competencias para lograr nuestro fin. Por eso, los hijos de familias numerosas suelen ser más autónomos y generan más estrategias para solucionar sus problemas.
Los hermanos colaboran entre sí. Desde pequeños inoculan el espíritu de equipo, la importancia de respetar y tener en cuenta al otro, ayudar al pequeño y saber ceder. Es frecuente ver entre hermanos con cierta diferencia de edad, actitudes de cuidado y protección hacia los menores.
En definitiva, los hermanos son maestros de la vida: nos permiten desarrollar actitudes de solidaridad y apoyo entre iguales. Nos enseñan a encajar la frustración desde bien pequeños. Y casi sin esfuerzo, nos permiten adquirir destrezas en el arte de negociar, organizar y solucionar problemas.
Consulta privada de Miriam Magallón, psicóloga clínica.
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