Pon atención a la imagen. ¿Qué ves? Un tazón antiguo que probablemente haya pasado por muchas manos y contenido muchos tés; que ha sufrido golpes y se ha rajado de tanto uso. Este tazón es wabi sabi

El wabi sabi es una comprensión de la belleza que reside en lo modesto, lo rústico, lo imperfecto, incluso en lo decadente.

Esta palabra de origen japonés y difícil traducción, encierra toda una sabiduría de la vida. Puede hallarse belleza en la fealdad. La belleza del wabi sabi es, en cierto sentido, el hecho de aceptar lo que se considera feo. Es una sensibilidad estética que halla una melancólica belleza en la impermanencia de todas las cosas.

Algunas características de la estética wabi sabi son la asimetría, aspereza, sencillez o ingenuidad, modestia o intimidad. Y si hay algo que refleje todo esto, es este objeto reparado y “pegado”.

Las cosas wabi sabi son expresiones del paso del tiempo. Están hechas de materiales que son vulnerables a los efectos del tiempo y del trato humano. Registran el sol, el viento, la lluvia, el calor y el frío en un lenguaje de decoloración, óxido, deslustre, manchas, torsión, contracción, marchitamiento y grietas. Se aprecian sólo mediante el uso y el contacto directo; nunca se encierran en un museo. Tienen una cualidad vaga, desdibujada, desgastada de tanto uso.

Si seguimos observando nuestro tazón nos daremos cuenta de que sus grietas han sido tratadas con hilos de oro; esta técnica llamada kintsugi nace de la misma corriente japonesa estética y de la comprensión del mundo basada en la fugacidad e impermanencia. Las cicatrices tienen una historia que contar al igual que el kintsugi, que transmuta las heridas. Este arte no trata de «arreglar» los defectos, no intenta perfeccionarlos, simplemente vuelve a convertir la pieza rota en algo completo.

Imagino que a estas alturas de la lectura estaréis preguntándoos ¿Qué tiene que ver todo esto de la estética con el crecimiento personal? Mucho, porque el wabi sabi se apoya en algunos pilares budistas fundamentales. De hecho, podría denominarse el Zen de las cosas porque ilustra muchos de sus principios espirituales y filosóficos.

Wabi, significa realmente «pobreza», es decir, no depender de las cosas terrenas —riqueza, poder, reputación— y sin embargo sentir interiormente la presencia de algo sumamente valioso por encima del tiempo y la posición social; esta es su esencia. Los monjes budistas desean alcanzar la verdad última de la realidad trascendiendo el deseo de gozar de las comodidades del mundo físico y buscando la paz y la armonía en la vida de lo más sencillo. Aprenden a ser autosuficientes con la insuficiencia de las cosas.

Por otro lado, la palabra sabi intenta transmitir una sensación de melancolía. Implica un espíritu de soledad y la idea de que no hay nada que permanezca inmutable y de que todos los seres vivos están destinados a morir.

Y es la suma de ambos términos la que refleja la grandeza de este concepto. La aceptación de la imperfección en la vida, acoger y amar nuestras cicatrices, reconocer la belleza en lo vulnerable, lograr una comprensión emocional interna auténtica y plena de nuestra vida.
Wabi-Sabi es algo auténtico, sin pretensiones y conectado con la naturaleza.

Consulta privada de Miriam Magallón, psicóloga clínica.
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