Muchas personas que vienen a mi consulta me preguntan para qué sirve hacer terapia, en qué se nota y este post pretende dar algunas respuestas.
En artículos anteriores os recomendaba la lectura de un libro muy apetecible: El despertar de la Señorita Prim. Hoy sigo tirando del mismo hilo para mostraros a través de varios fragmentos en qué consiste un proceso terapeútico.
La protagonista no acude a terapia pero se mete de lleno en un proceso de trabajo interior y de evolución personal. El resultado se aprecia al final del libro. Y es que se puede hacer un ejercicio de introspección valiéndose de distintos medios: lectura y escritura automática, contemplación del arte, meditación, conversación con una persona que sepa escuchar y haya hecho su propio camino interior…
«- ¿Por qué aceptó este trabajo?
– Creo que fue para huir del ruido. […]Del ruido de la mente, del fragor. […]Digamos que hay días en que tengo la sensación de que el interior de mi cabeza se mueve como una centrifugadora. No soy una compañera muy agradable entonces, tampoco duermo demasiado bien. Siento como si hubiese un hueco en el centro de mi cabeza, un hueco donde debería haber algo, pero donde no hay nada, absolutamente nada.[…] A veces he pensado que tiene que ver con la pérdida. […] Siempre me he considerado una mujer libre, independiente pero tengo que reconocer que, al mismo tiempo, cargo siempre con una pesada sensación de nostalgia sobre los hombros, con un deseo de parar el paso del tiempo, de recuperar cosas perdidas. […] Y usted, ¿por qué escuchaba este ruido?.
-Por lo mismo que todos. Es el ruido de una guerra.[…] Lo que desencadena la guerra no es tanto la ausencia de algo, es la falta de una pieza. […]. Hay personas que un buen día se hacen conscientes de les falta la pieza principal de un puzle. Solo sientes que algo no funcionao que nada en absoluto funciona, hasta que descubren, o mejor, hasta que se les permite descubrir, la pieza que falta. «
Los dos protagonistas nos relatan el inicio de su proceso terapeútico: la necesidad de un cambio nace de la conciencia de que algo no anda bien en sus vidas. Nuestra protagonista cree que su problema reside en la nostalgia pero en realidad, es una mujer autosuficiente que no sabe aceptar ayuda, rígida en sus planteamientos vitales, perfeccionista y volcada en la tarea para huir de sus emociones y del placer… El resultado de este viaje a su interior queda perfectamente reflejado en sus páginas.
«La señorita Prim suspiró con benevolencia.[…] Había aprendido a cerrar las puertas. Habia aprendido a abrirlas suavemente y cerrarlas con cuidadosa exactitud. Y cuando una aprende a cerrar las puertas, de alguna forma aprende a abrir y cerrar correctamente todo lo demás. […] Había abandonado el esfuerzo por alcanzar por sí misma la virtud perfecta. Habia descubierto qué agotador puede ser ese esfuerzo. Ahora que conocía su abrumadora imperfección, ahora que era consciente de su fragilidad y de su contingencia, ya no llevaba sobre los hombros el pesado lastre del martillo y el cincel.»
Qué manera tan clara y sencilla de explicar la importancia de saber dejar atrás lo que ya pasó y estar abiertos a lo nuevo que ha de venir: abrir y cerrar puertas. Además abandona el esfuerzo constante por ser perfecta. El afán de perfección es una cárcel. Ella se hace consciente de su fragilidad, de su necesidad de los otros y así la vida se hace mucho más ligera.
«Había aprendido a decir no. Había dicho no y había colgado. NO deseaba volver a trabajar allí. Ni sumergirse en aquel lugar estrecho y oscuro en el que había pasado buena parte de su vida. […] Y desde luego, no tenía intención de volver a jugar a aquel sórdido juego de ofertas y evasivas de su jefe.»
Las personas que han dedicado tiempo y energía a escucharse, toman contacto con sus deseos verdaderos y van tras ellos. No se conforman con lo establecido, dejan atrás lo que ya no les sirve y buscan lo que realmente desean.
«Ahora necesita aire. A veces se descubría pensando en cuánto tiempo había vivido sin necesidad de aire. En las mañanas de invierno de la ciudad, salía de casa abrigada hasta las cejas, caminaba rápidamente hasta el metro y se metía a empujones en el vagón. Al salir del metro, volvía a subir entre una multitud, corría hasta llegar al portal de su oficina y allí pasaba el largo día. […] ¿En qué momento de su vida había olvidado la existencia del aire? Caminar sin tener que correr, pasear sin prisa, deambular, vagabundear, incluso curiosear.[…] No, no deseaba volver, no quería volver.»
La evolución de esta mujer pasa por disfrutar y saborear las cosas pequeñas de la vida. Y esa necesidad de aire es una metáfora de la necesidad de silencio, de pasar tiempo con uno mismo, de estar presente en cada paso, de soltar la exigencia y tomar de la mano el disfrute. Cada proceso terapeútico es distinto. Ésta es sólo una muestra de cómo una persona evoluciona cuando decide mirar hacia dentro, escucharse y soltar lo que no le hace feliz.
Consulta privada de Miriam Magallón, psicóloga clínica.
C/Mauricio Legendre 2,4º I. 28046 Madrid. (Zona Pza. Castilla)
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