1336189_fallen_leaves_1Aunque no lo parezca, el otoño va a llegar y pronto empezaremos a ver caer las hojas de los árboles. A alguno de vosotros se os caerá el pelo más de lo habitual…(tranquilos, no se trata de un anuncio de grandes almacenes ni de productos anticaída.)

Y es que en la naturaleza todo se renueva. La palabra renovación evoca cambio, dejar atrás algo para que llegue lo nuevo, abandonar lo que ya no sirve para buscar lo que necesitamos.

La publicidad nos anima a renovar nuestro armario, menaje, ropa de casa. Y al margen de la invitación al consumo, yo he hecho el propósito de hacer limpieza de ropa que ya nunca me pongo, juguetes que sólo acumulan polvo, reliquias que arrastramos en cada mudanza. Se trata de desprenderse, de soltar, de reciclar o donar, para hacer sitio y tener más espacio. Y no consiste en vaciar para volver a llenar automáticamente sino de pararse y reflexionar: ¿para qué acumulamos? ¿por qué no dejamos ir lo que no nos sirve y nos empeñamos en guardar todo?

No hablo sólo de cosas materiales; hacemos lo mismo con nuestro mundo interior. Arrastramos herencias y manías que nos dan seguridad por aquello de lo conocido, pero no nos aportan nada ni nos dejan evolucionar.

El otro día me contaron la historia del águila: las águilas pueden vivir cerca de 70 años pero a los 40 sus garras y su pico han crecido tanto que se han curvado y no pueden seguir apresando comida ni llevársela a la boca. Entonces han de tomar una decisión: dejarse morir de inanición o pasar por un proceso duro de renovación. Se apartan a una cueva donde a fuerza de raspar sus uñas y su pico con la roca, se desprenden de ellas. Luego poco a poco empiezan a salir sus nuevas garras afiladas y su pico. Esa renovación les permitirá volver con sus iguales y seguir cazando y alimentándose y vivir ¡hasta los 70 años!

Esas garras curvadas del águila pueden ser en nuestro caso: miedo a situaciones nuevas, dar mucha importancia a problemas que no la tienen, falta de confianza en nuestras posibilidades y en la vida. El pico curvado nos vuelve grises, no nos deja cargarnos de energía positiva, de savia nueva.

Nosotros también podemos elegir: mantener nuestras rutinillas, pensamientos automáticos o actitudes rígidas o bien, tratar de buscar otro enfoque en la vida que nos ayude más y nos permita ser más libres y felices.

Consulta privada de Miriam Magallón, psicóloga clínica.
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