«Me pongo celoso porque la quiero.  Querría estar todo el día junto a él. Me consumo por dentro pensando con quién estará…Me gusta que se ponga un poco celoso, eso es que me quiere«. Los celos están aceptados en nuestra sociedad como un defectillo que va implícito al amor que sentimos por una persona. Los adolescentes presentan con mucha frecuencia este tipo de pensamientos. Seguimos asociando el amor a los celos, pero su raiz no arranca del amor o de una relación sana sino de la falta de confianza y de un deseo de posesión.

En mi consulta abundan las personas que entran en el correo de sus parejas o en los móviles tratando de confirmar su teoría de infidelidad o intentando, por el contrario, lograr la tranquilidad interior al comprobar que no hay otra relación.

Querer controlar el mundo del otro, sus relaciones y conversaciones no forma parte de una relación amorosa. El amor es un sentimiento profundo de afecto, es una aceptación incondicional de la otra persona, y se sustenta en la confianza en el otro. Si fallan estas condiciones: aceptación, confianza, respeto a su forma de ser y su mundo, no estamos hablando de amor.

Aún dentro de una pareja estable, unida y sana, cada persona ha de tener su mundo interior, sus deseos íntimos que no tiene por qué confesar a la persona amada. No podemos controlar todo lo que hace, piensa o siente el otro. El otro no es para mí, es para ser feliz. Como me decía el otro día una persona: no soy suya, soy mía.

Amar es arriesgar, es jugarse a una carta todo lo que sentimos. Si desconfiamos, si nos sentimos inseguros pensando qué estará viviendo la  otra persona, entraremos en una espiral de sufrimiento. Primero, con nosotros mismos atormentados por las fantasías de infidelidad y en segundo lugar, haciendo sufrir a nuestra pareja con preguntas controladoras, explosiones de celos, exigencias asfixiantes…Casi siempre los celos son el reflejo de una inseguridad profunda en nosotros mismos; por debajo suele existir la idea de que no somos suficiente para nuestra pareja y que se irá con otro.

Los celos no generan amor o más unión; provocan que la otra persona se distancie, erosionan la relación.

Consulta privada de Miriam Magallón, psicóloga clínica.
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