Tras 9 meses de espera, llega el bebé a la vida de los nuevos padres. A pesar de que a lo largo del embarazo la pareja ya ha sentido que un nuevo miembro entra en esa relación de a dos, no es hasta el nacimiento cuando sienten que la atención hay que repartirla entre tres y no entre dos.
La llegada de un bebé es una alegría y un sueño cumplido pero también un elemento «disonante « en esa relación de pareja pre-existente. En los primeros meses, la mamá está volcada en el recién nacido y no es extraño que el padre se sienta desplazado en esa nueva etapa. Los cariños y las atenciones ya no recaen sólo sobre él sino que se reparten, en el mejor de los casos, entre dos.
Si a esto añadimos la cantidad de decisiones que hay tomar sobre el cuidado y la educación del niño, la ausencia de tiempo para que la pareja esté a solas, etc… terminamos formando un puzzle en el que las piezas son difíciles de encajar.
No quisiera pintar un panorama pesimista; tan sólo tomar conciencia de la cantidad de cambios que sufre la pareja en esta etapa y la necesidad de estar preparados para ello. Aunque resulte obvio, la pareja ha de tomar las decisiones por si misma y tratar de alejarse de influencias externas (madres, amigas…) para construir el modelo de familia que ellos quieran. Reflexionar juntos y escucharse con calma es una herramienta muy útil cuando surgen las dudas o los roces propios de la estrenada paternidad.
Otra ayuda puede ser repartir tareas entre los dos para que ninguno se sienta sobrepasado ni excluído de la nueva familia. Si nos sentimos un equipo buscaremos soluciones a los problemas en lugar de reprocharnos y frustrarnos con el otro. Y una última cosa! No dejes de darle las gracias a tu pareja por su dedicación y decirle lo bien que lo está haciendo.
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