El confinamiento nos ha cambiado a todos en una u otra medida. Todavía tenemos fresco el recuerdo de aquellos días encerrados en casa organizando nuevas rutinas para lograr pasar los días lo mejor posible. Pero el ser humano es olvidadizo y con facilidad vuelve a la senda acostumbrada.
Por eso quería reflexionar sobre todo lo aprendido. No quiero olvidar el sufrimiento de tanta gente y no quiero descuidar esos hábitos que he puesto en marcha. No quiero volver a la rutina acelerada y perder lo que tuvo de bueno.´Asi que aquí os dejo mis aprendizajes:
Prestar atención al cuerpo: muchos de nosotros empezamos a hacer ejercicio como locos en casa. Yo me he dado cuenta que cuando no mueves el cuerpo, éste empieza a quejarse, se contractura, pierde agilidad y fuerza. La biomecánica de nuestro cuerpo está diseñada para moverse y cuando nos volvemos vagos nuestro cuerpo se resiente. Además prestar atención al cuerpo hace que dejemos de estar pendientes de la cabeza y el pensamiento. Cuando hacemos ejercicio, yoga o estiramientos, nuestra mente obsesiva y ansiosa se calma y nuestro estado anímico mejora.
Cocinar mejor y comer tranquila. Puede parecer un tópico pero yo lo he vivido como una gran mejora. Al darnos cuenta que teníamos más tiempo y que íbamos a estar una temporada metidos en casa, los españoles nos pusimos a cocinar. Y creo que cocinar es un hábito muy saludable. Hemos probado nuevas recetas, hemos tenido que elaborar menús semanales para hacer la compra con cabeza y alimentar a toda la familia y cuando uno se para a pensar ¿qué comemos? Ya no tira de precongelados porque no tiene tiempo, sino que elabora con calma y cariño sus recetas y cocina con ingredientes más sanos (frutas, verduras).
Ir despacio, ser más consciente de cada cosa, estar más presente. Durante unos meses se acabaron las carreras para coger el bus, las recogidas de extraescolares, los atascos, la compra a toda velocidad, levantarnos acelerados. Teníamos tiempo. Nuestra vida se simplificó y con ello pudo llegar la calma. Hemos podido hacer las cosas (la higiene personal, la limpieza de casa) sin prisas, presentes en cada tarea y eso da salud. Centrarnos en lo que tenemos entre manos en ese momento, nos aleja de miedos y preocupaciones, nos despeja la mente y nos permite vivir de una manera plena.
Aprovechar lo que hay, consumir menos, pensarnos dos veces lo que compramos. Tampoco pudimos ir de tiendas y los envíos por Internet se demoraban mucho asi que decidimos abrir armarios y aprovechar lo que teníamos por ahí guardado. Ha sido una temporada de dar una segunda vida a las cosas: ropa de estar por casa, cacharros que estaban al fondo de los armarios, material de papelería y manualidades que no tocábamos desde hacía años, juegos de mesa que acumulaban polvo, productos olvidados en la despensa… Y eso me hizo darme cuenta de lo que acumulamos y de la cantidad cosas que tenemos sin ser apenas conscientes. Tener muchas cosas nos da seguridad y sensación de estar llenos y no sentir privación. Pero a mí esta época me ha hecho ver que necesitamos mucho menos de lo que creemos y que movernos por la vida con una mochila más ligera nos simplifica mucho la vida y nos aligera.
Valorar lo pequeño, lo que tenemos cada día. ¿Quién no ha ido buscando el rayito de sol en la ventana durante los meses de Marzo y Abril? Algo tan gratuito como el calor y la luz del sol pasó a ser un momento especial del día. En el trajín cotidiano no lo percibimos pero cuando nos faltó, lo buscamos. Respirar aire fresco desde el balcón, echarnos la siesta, charlar con los nuestros… son pequeños lujos a nuestro alcance.
¿Qué aprendizajes te llevas? ¿De qué te has dado cuenta en estos meses de confinamiento? ¿De qué no te quieres olvidar?
Consulta privada de Miriam Magallón, psicóloga clínica.
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