Que hay cada vez más personas que padecen ansiedad, es un hecho. Los casos de depresión y de ansiedad aumentaron en un 25% en todo el mundo en 2020 a causa de la pandemia Covid-19, según un informe que se publica en «The Lancet». En España los casos de ansiedad pasaron de un 25,1% a un 32,3% y en mi consulta constato esta realidad.
La ansiedad es un trastorno que está creciendo y provoca un gran sufrimiento a las personas que lo padecen, y por desgracia, el modo en que nos relacionamos con ella puede aumentar este sufrimiento.
Muchas personas se pelean con su ansiedad. Vienen enfadados preguntándose ¿por qué me pasa a mí? ¿por qué no puedo controlarla? No aceptan su existencia y luchan contra ella. Esa resistencia les cansa, les agota y además aumenta la intensidad del trastorno. Además se enfadan porque les limita la actividad de su día a día. Recortan las salidas sociales porque les agobia estar con mucha gente, evitan retos profesionales porque no se creen capaces de afrontarlos, salen menos de casa por miedo a sufrir una crisis…
En mi experiencia, sólo cuando la persona sea capaz de asumir que está sufriendo ansiedad, lo reconocozca y lo comparta, empezará a salir del hoyo. El primer paso para aprender a gestionar nuestra ansiedad es rendirse a ella.Tenemos que abandonar la actitud defensiva y el lenguaje de guerra que utilizamos para hablar de ella: tengo que luchar contra ella, voy a ganarla… y optar por afrontarla de una manera más para pacífica y armoniosa.
La ansiedad surge cuando primamos nuestras obligaciones y exigencias frente a nuestras necesidades. Por eso, la mayoría de las personas que sufren de ansiedad tienen una personalidad muy exigente y ese listón tan alto les genera una sensación de no ser suficientemente buenos y aumenta su nivel de ansiedad.
La ansiedad viene a mostrarnos nuestros límites, nuestra vulnerabilidad. Si padeces ansiedad habrás tenido que bajar tu nivel de actividad y actualizar la imagen que tenías de tí mismo. Puede que hayas crecido con el mensaje: «en la vida hay que esforzarse», «tienes que ser muy bueno para lograr el éxito», «hay que ser personas activas y trabajadoras». Estos mensajes no nos permiten parar a escuchar qué necesitamos, nos prohiben descansar, decir no a cosas en aras de nuestro equilibrio interno. Y sólo si aceptamos que no podemos con todo, que a veces la vida nos sobrepasa y necesitamos bajarnos de ese tren, podremos ir calmando esa sensación de alerta y peligro en la que nos envuelve la ansiedad.
La ansiedad es una llamada desesperada de nuestro cuerpo a que le prestemos atención, a que nos reconectemos. Nos está diciendo que hay algo en nuestra vida que no marcha bien. Seguramente estemos demasiado centrados en el hacer (la tarea) y hayamos olvidado atender a nuestro Ser. Párate a escucharla, ¿qué mensaje te manda?
Trátala con comprensión. Intenta entender de dónde viene, cuál es su causa. La ansiedad no aparece por que sí. Se va larvando poco a poco con nuestro estilo de vida acelerado, con creencias aprendidas hiperexigentes.
Busca el equilibrio entre las ocupaciones y responsabilidades externas y tu bienestar emocional. Presta atención a tus sensaciones físicas y emociones. En lugar de regañarte por lo que estás viviendo, afloja tu exigencia, cuídate y se compasivo contigo. Tu ansiedad lo agradecerá.
No olvides que los profesionales de la salud estamos aquí para ayudarte. Ponte en manos de un especialista, habla de lo que te pasa. Buscar ayuda no te hace más débil o vulnerable.
Consulta privada de Miriam Magallón, psicóloga clínica.
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