<<Una terapia es un proceso de dos seres humanos (o más, en el caso de pareja y familias) limitados, erráticos y defectuosos.>>
Esta definición la encontré el otro dia en El milagro es aceptarnos, libro que os recomiendo, y me parece fundamental para lo que lo ahora os voy a contar. La relación que se establece entre un psicólogo y su cliente es fundamental para el cambio pero alberga algunos riesgos que pueden llevar a juegos patológicos.
Cuando una persona acude a un psicólogo se siente desbordada por una situación y también suele sentirse débil y vulnerable por tener que pedir ayuda y desnudarse frente a un desconocido. Ese ponernos en las manos de otro, nos hace pequeños e inseguros. Y si me siento pequeño, hago grande a la persona que tengo enfrente. La tendencia a idealizar al terapeuta es muy frecuente y por eso, es fundamental la actitud que el terapeuta adopte frente a dicha idealización.
Y es que los psicólogos también tenemos ego, y corremos el peligro de sentirnos halagados y con poder. Frente a nosotros hay una persona que nos otorga «poderes» para curarle; a veces, nos piden que tomemos decisiones por ellos o que les aconsejemos y casi sin darnos cuenta, caemos en el juego del rescate. Que consiste en: yo te voy a ir marcando el camino de tu vida y tu te haces dependiente de mi ayuda.
Es también «normal», que a lo largo de la terapia el paciente se haga más consciente de sus heridas y límites y eso le lleve a sentirse dolido o decaído; pero si has pasado por cualquier relación de ayuda en la que te sintieras débil e impotente frente al terapeuta, duda de las aptitudes de esa persona, porque estará alimentando su ego y no dejándote crecer. Una relación de ayuda sana te va a afianzar en tus fortalezas y te ayudará a recobrar la autoconfianza.
Sólo hay una cosa que diferencia al terapeuta del paciente (aparte de la formación académica que posea). El psicólogo tiene más trabajo personal que la persona que acude buscando ayuda. Es igual de humano, tiene sus heridas y neuras pero las conoce bien y trata de estar en contacto con ellas. Trabaja cada día para tener una relación más compasiva y amorosa consigo mismo. Y desde la conciencia de su limitación, puede acoger la herida y la limitación del otro.
Por cierto, la acuarela que aparece en este artículo es de un ex-paciente que quiso reflejar la relacion entre los dos. Sugerente ¿no?
Consulta privada de Miriam Magallón, psicóloga clínica.
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