No, no me he equivocado. La foto corresponde al título. ¿Quieres saber por qué?
Este fin de semana fuí al cine. Me habían recomendado Rocketman, la historia de la vida de Elton John. A lo largo de la película no paré de pensar: ¡qué infancia tan dificil! Me pareció una evidencia más, de lo importante que es la infancia en el desarrollo de una persona. Con frecuencia se nos tacha a los psicólogos de insistentes y obsesionados con los primeros años de vida. Y es cierto, hay tanta bibliografía e investigación al respecto que no acabaríamos nunca.
Los primeros años de la vida de una persona marcan definitivamente el resto de su trayectoria. El equilibrio emocional, la autoestima, la seguridad en uno mismo se construyen durante la infancia gracias a un entorno familiar amoroso y sano. Cuando un niño se siente querido, reconocido, seguro y cuidado percibe que es digno de ese amor y puede construir su personalidad de una manera sana. Por el contrario, si ese niño crece en un ambiente de indiferencia hacia él, falta de afecto y mensajes culpabilizadores, su estado emocional será quebradizo y vagará el resto de su vida buscando ser querido a cualquier precio.
Es el caso que nos ocupa. Elton John (en realidad es su nombre artístico) nace en el seno de una no-familia. La madre obliga al padre a quedarse con ella cuando se queda embarazada. El padre no acepta la existencia de ese hijo y le ignora el resto de su vida. En un momento de la película el niño le dice a su padre: «nunca me has dado un abrazo». La madre, por su parte, abusa del alcohol, el tabaco y la comida y vuelca su amargura en el niño. Tan sólo hay una figura reparadora en esta historia: la abuela. Ella le anima a estudiar música, se sienta a escucharle tocar, le acompaña a las pruebas… y es gracias a esta faceta artística y creativa reconocida por su abuela y profesores, por la que el protagonista llegar a encontrar su sentido en la vida.
Elton John se pasa el resto de la vida (al menos los primeros 50 años) buscando a alguien que le quiera, aunque le quieran mal. En muchas ocasiones se siente solo y se refugia en el consumo de drogas, alcohol y comida para escapar del dolor. No sabe qué es sentirse querido y esa necesidad de amor tan bestial le lleva a agarrarse a las personas y sentirse abandonado con facilidad. En definitiva, esta película es una prueba más de que una infancia segura y amorosa es primordial para ser adultos sanos y felices mañana. No me gustaría acabar de una forma tan determinista, por ello quiero recordar que las infancias rotas y difíciles se pueden reparar y cicatrizar por medio del trabajo personal y la terapia. Las últimas escenas de la película muestran el encuentro sanador del niño herido con el adulto enfermo y dejan un mensaje esperanzador.
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Consulta privada de Miriam Magallón, psicóloga clínica.
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