Escucho conferencias y entrevistas online que aportan estrategias para afrontar estos tiempos de pandemia y me resulta interesante una: la idea de darle un sentido a todo lo que está pasando. Darle un significado a estos meses de confinamiento, restricciones y cambios de hábitos, nos puede proteger del desánimo, la inquietud o la incertidumbre por el futuro.

Me engancha también un artículo que me presenta un concepto nuevo: Ikigai. Según los japoneses todos tenemos un Ikigai, un motivo para vivir, una misión, una razón por la que levantarnos cada mañana. Sería nuestro sentido de la vida. Y pienso que estos meses pueden ser una oportunidad para pensar en nuestra razón de ser.

Como podemos ver en la imagen del inicio, el concepto implica partes esenciales de nosotros mismos: nuestra autoestima, aquello que amamos o nos apasiona y la dimensión social. Es decir, para encontrar nuestro Ikigai debemos identificar aquello en lo que somos buenos, que nos da placer realizarlo y que, además, sabemos que aporta algo al mundo.

Nuestro sentido en la vida debería arrancar entonces, de algo que se nos de bien y nos apasione. Cuando se nos pasa el tiempo volando suele ser porque estamos disfrutando. Decimos que fluimos con algo cuando hemos perdido la noción del tiempo y todo nuestro ser está inmerso en el presente.  A  esta experiencia le llamamos estar en flow  y nos muestra alguna de nuestras pasiones. Ya tenemos una pista de la que tirar para encontrar nuestra razón de ser en el mundo. 

Ikigai también tiene que ver con aquello para lo que hemos sido llamados, con encontrar nuestra misión. El motivo para vivir debe permitirnos sentirnos útiles  aportando valor a nuestra sociedad (mundo, comunidad). Podemos levantarnos cada mañana porque toca o porque estamos deseando volver a nuestra misión; esa que nos hace sentir útiles, nos apasiona, nos permite ganarnos la vida y además aporta algo al mundo. Y sólo en la confluencia de todo esto, se encuentra el ikigai, tu razón de ser.

¿Te animas a buscarla? 

Consulta privada de Miriam Magallón, psicóloga clínica.
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