Suicidio. Cada día se quitan la vida en España 10 personas. 2020 fue el año en el que más personas en España se quitaron la vida. Multitud de organismos públicos y privados están denunciando el deterioro de la salud mental y emocional de la población como consecuencia de la pandemia y sus restricciones severas. Y el aumento de suicidios es un claro síntoma de ello.
Una de las primeras cosas que hice cuando terminé la carrera fue colaborar con el Teléfono de la Esperanza.
A lo largo de 10 años aprendí muchísimo sobre el sufrimiento de las personas y cómo acompañarles. Allí atendí telefónica y presencialmente a muchas personas a las que les rondaba la idea de acabar con su vida. Ha pasado mucho tiempo desde entonces y me consta que siguen haciendo un mágnifico trabajo por la salud emocional de miles de personas. Pero el suicidio sigue exisitiendo y se ha convertido en la primera causa de muerte no natural entre nuestros jóvenes.
Con frecuencia asociamos el suicidio con enfermedad mental y si bien existe una mayor probabilidad, no siempre es así. En mi experiencia, el motivo principal por el que una persona piensa en el suicidio es porque sufre y no soporta más dolor. Esa persona no ve otra salida para dejar de sufrir. No ve más allá de lo que está sintiendo. Por eso, es muy importante transmitirles que somos mucho más que nuestros pensamientos y sentimientos. Estos vienen y van. Somos más que nuestros deseos. Y como nuestro mundo interno fluctúa tanto a lo largo de un día, seguro que mañana veremos o sentiremos las cosas de otra manera.
El suicidio además, deja derrumbados a su familia y amigos. Los estudios dicen que afecta a al menos 6 personas. Yo diría que la onda expansiva llega a muchas más personas de su entorno. Cuando una persona se quita la vida deja sumisos en la tristeza, la impotencia y la culpa a todos los que se relacionaron con ella. En mi práctica clínica he visto montones de personas que se reprochan no haber hecho más por la persona fallecida. Se repiten frases del tipo: » si le hubiera hecho más caso, si me hubiera dado cuenta, si hubiera llegado antes a casa…». Es un dolor profundo que solo cicatriza cuando comprenden que hicieron lo que pudieron y que en ese momento no sabían lo que iba a pasar después. Debemos tener en cuenta también que a veces, el suicidio puede ser un acto impulsivo e impredecible que no se puede evitar. En otras ocasiones tienen que dejar atrás la ira y perdonar a la persona que se suicidó por tanto sufrimiento ocasionado.
¿Cómo prevenirlo?
- Urge un plan de prevención del suicidio y un refuerzo importante de psicólogos en Atención Primaria y Salud Mental.
- Hablemos de ello. Durante mucho tiempo los medios de comunicación ocultaban las cifras de los suicidios al año. Pero no se trata de alimentar el tabú sino de saber comunicar de manera adecuada la información sobre el tema. El 10 de Septiembre se celebra el Día Mundial para la prevención del suicidio y esto permite dar más difusión del tema a la población. Saber que otras personas pasaron por esto y qué fue lo que les ayudó a superarlo, es una manera de tomar conciencia de este problema y estar más preparados. Pararnos a pensar en qué o quién nos podríamos apoyar para pasarlo.
- Cuidando nuestra salud emocional. Debemos aprender a detectar nuestras emociones, saber nombrarlas y aprender a gestionarlas de una manera sana. Además, sabernos vulnerables y necesitados de ayuda nos permitirá detectar las dificultades y dejarnos ayudar. Todos podemos vernos en una situación límite. Tener unos niveles altos de malestar nos hace más vulnerables a la ideación suicida.y ser capaces de reconocerlo, ponerle nombre y pedir ayuda es un gran paso.
- Un mayor control en las Redes Sociales para detectar antes el riesgo de suicidio de los jóvenes. Deberían detectarse antes las páginas que hacen apología del suicidio o foros que lo alientan y fomentar entre los jóvenes más mensajes de salud e incidir en la educación emocional.
Cuando atendía como orientadora una llamada de una crisis suicida en curso, tratábamos de escuchar y acoger a esa persona y descubrir los flotadores a los que podía agarrarse para pasar esa tormenta. Todos tenemos alguna luz, algún sueño o persona por los que vivir. Actualicemos cada cierto tiempo, nuestro motivo de vivir.
Consulta privada de Miriam Magallón, psicóloga clínica.
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