Todas las mañanas los veía pasar. Una pareja anciana de tantas que caminaban por la playa disfrutando de la brisa del mar y del sol. Ella tenía un grave problema en la columna y caminaba encorvada y desplazada hacia un lado. Me temo que si hubiera tenido que hacerlo sola se habría caído. A su lado iba siempre su marido haciendo de contención para ese lado quebradizo.
Su tronco daba estabilidad al cuerpo de su mujer y así caminaban resueltos por la playa. La mujer anciana se apoyaba con confianza en él y lograban un equilibrio frágil.
Por las tardes paseaban un hombre de mediana edad y su padre anciano con dificultades de movilidad e invidente. El hijo un poco más adelantado ofrecía su codo al padre y este se agarraba con fuerza a él y se dejaba llevar. Sus andares eran enérgicos.
Otro día recibí el regalo de un nieto de unos 13 años acompañando a su abuela a bañarse en el mar. La llevaba de la mano hasta que el agua les cubrió medio cuerpo y entonces con mimo le mojó la espalda, el cuello… Se miraban cogidos de las manos.
Estas son las escenas de ternura de mi último verano. No sé qué tendrá la ternura que me atrapa, me conmueve el corazón. El ensayista francés Joseph Joubert decía que la ternura es el reposo de la pasión. Es un sentimiento derivado del amor y que se vive de forma serena y calmada.
El diccionario dice que es el sentimiento ante las personas, cosas o situaciones que se consideran merecedoras de un amor o un cariño puro y gratuito, por su dulzura, debilidad o delicadeza. Esta definición introduce nuevos matices: lo gratuito, el que no espera nada a cambio, que surge de una manera espontanea ante alguien al que queremos.
Normalmente identificamos la ternura con personas frágiles o débiles. Seguramente si nos hicieran la pregunta: ¿Con qué escena representarías la ternura? Muchos diríamos con la imagen de un bebé durmiendo plácidamente. Que la ternura sea calmada o serena, no tiene por qué significar que sea blanda. Creo que la ternura nos permite el encuentro amoroso con un ser querido, nos regala momentos de intimidad.
Se necesita valentía para expresar y recibir una muestra de ternura. Cuando nos mostramos tiernos con el otro estamos siendo audaces y auténticos porque bajamos nuestras barreras y le entregamos cariño gratuito. Y la persona que lo recibe también es valiente porque confía en el otro, se abre para acoger esta muestra de amor sin miedo a que le hiera. No se me ocurre sentimiento más firme y valiente.
La ternura nace de las entrañas y tiene que ver con la entrega, dejarse conmover, sentir y recibir amor, conectar con la compasión. Nace del deseo de que el otro esté bien y está profundamente enraizada en nuestra vulnerabilidad y fragilidad, nuestros verdaderos tesoros.
Consulta privada de Miriam Magallón, psicóloga clínica.
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