Solemos decir que los niños son como esponjas, que aprenden rápido y absorben todo. Pero los niños no sólo aprenden, también enseñan.
Estos locos bajitos que decía Serrat, se mantienen a ras de suelo durante los primeros años y estoy convencida de que ese contacto con la Madre Tierra, les proporciona esa sabiduría.
Los niños están en contacto permanente con sus sensaciones y necesidades. Esto les hace ponerse en marcha (energetizarse) para cubrir esa necesidad y retirarse con naturalidad cuando están satisfechos. No se bloquean, no vuelven atrás. Una vez, su necesidad ha sido satisfecha, pasan a otra cosa. A medida que vamos creciendo, perdemos ese contacto con nuestras necesidades y nuestro cuerpo y pasa a dominar nuestra cabeza. Nos prohibimos cosas, nos censuramos necesidades básicas fisiológicas y emocionales, frenamos nuestra acción, nos enganchamos y no logramos dejar ir aquello que ya pasó.
Viven el momento presente. Seguro que teneis en vuestra memoria momentos en que vuestros niños estaban embebidos en alguna actividad (en ese puzzle, en las construcciones, en la playa, con las muñecas). Y es que es así, los niños viven plenamente el momento actual, se lo beben. No tienen en la cabeza los asuntos pendientes o lo que tienen que hacer a continuación. Eso ya llegará, ahora solo existe ese momento y lo exprimen. Por eso viven las emociones con tanta intensidad. Cuando ríen, les tiembla todo el cuerpo. Si lloran, las lágrimas lo inundan todo. Cuando están enfadados, su cuerpo se sacude la rabia y la frustración.
Saben fluir con la vida, se dejan llevar. Es asombroso cómo incorporan lo nuevo a lo ya conocido. Aprenden deportes, idiomas o música con una naturalidad pasmosa. No hay bloqueos mentales, no hay sentimientos de incompetencia. Se lanzan a lo nuevo y se dejan llevar sin poner resistencia. Podeis observar a los niños esquiando. Es un movimiento fluido, casi una danza.
El cuerpo es sabio: posturalmente son perfectos. ¿Os habeis fijado cómo se sientan, cómo caminan? Su espalda siempre está perfectamente colocada. ¿Conocéis a algún niño que tenga contracturas? Son flexibles, pura plasticidad. La rigidez o la contracción no entra en sus esquemas porque cuando necesitan estirarse o cambiar de postura, lo hacen. Le dan a su cuerpo lo que necesita.
Una última reflexión: ¿en qué momento de nuestra vida perdimos esa capacidad innata de fluir con la vida y empezamos a llenarla de bloqueos, inhibiciones y preocupaciones constantes? Volvamos hacia atrás y tratemos de recuperar la sabiduría de los niños.
Consulta privada de Miriam Magallón, psicóloga clínica.
C/Mauricio Legendre 2,4º I. 28046 Madrid. (Zona Pza.. Castilla)
Cita previa: 605146096