Pilar estaba muy cansada desde hacía meses. Llevaba una actividad frenética, jornadas de trabajo interminables, poco descanso… Empezó a quedarse dormida por los rincones pero no se atrevió a parar. Un día a punto de coger un avión tuvo un ataque de ansiedad.
No podía parar de llorar, le costaba respirar… Estuvo de baja 3 días y su médico le pautó ansiolíticos.
Paco reconoce tener mucha presión interna. Tiene que tomar la decisión de dejar el trabajo o seguir en él pero está bloqueado. Lleva varios meses angustiado por esta incertidumbre postponiendo la decisión. El otro día en el trabajo se encontró mal y tuvo que bajar al médico de empresa. Le dijeron que tenía una subida de tensión y que debía vigilarla estrechamente y controlarla con medicación.
Isabel dejó de tener la regla cuando comenzó a adelgazar. Llegó a su peso ideal pero la regla no volvía. Sólo al subir 4 kilos la menstruacción volvió a ser regular.
Estas tres personas, pese a vivir situaciones muy diferentes, tienen algo en común. Dejaron de escuchar su cuerpo, no tomaron en cuenta las señales que éste les enviaba y terminaron enfermando. Nuestro organismo nos pide descanso y respiro cuando lo forzamos más de la cuenta. Pero desgraciadamente, lo llevamos al límite.
Nuestro cuerpo necesita unos mínimos para funcionar con normalidad. Si no lo dejamos descansar y reponer fuerzas, se duerme por las esquinas. Si no nos relajamos y aguantamos tanta tensión, el cuerpo hace una subida de tensión o una crisis de ansiedad. Deberíamos recuperar el contacto con nuestro cuerpo, pararnos cada día a escuchar cómo se siente, de qué se queja o qué le duele, qué necesita. A veces no reparamos en la necesidad de beber y cuando lo hacemos estamos a punto de la deshidratación; otras veces, pasamos casi toda una jornada sin comer nada o sin descansar unos minutos y caemos en el desfallecimiento.
En el caso de Isabel, el cuerpo retiró la regla porque sus reservas estaban al mínimo y no podía perder más energía. Nuestro cuerpo nos dice en qué peso se siente fuerte y a gusto, cuándo funciona con normalidad, cuándo recupera todas sus funciones. En un post anterior, Enemigo: mi cuerpo, hablaba de la íntima relación que hay entre la autoestima y una buena relación con nuestro cuerpo. La persona que se estima y tiene un buen concepto de sí misma, se siente responsable de cuidar y proteger su cuerpo. Así pues, recuerda:
Escucha las señales de tu cuerpo. No esperes a enfermar.
El te dirá dónde se encuentra a gusto y dónde no.
Respétalo. No le hagas llegar al límite.
Date cuenta qué alimentos le agradan a tu cuerpo y cuáles le sientan mal.
Para, descansa, date lo que necesitas.
Consulta privada de Miriam Magallón, psicóloga clínica.
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