Qué mala es la envidia! Oímos decir con frecuencia. Esta emoción que tan mala prensa tiene y que tanto cuesta reconocer en nosotros mismos, merece una reflexión.
La envidia es el deseo desesperado por lo que otros tienen o viven. Arístoteles en el siglo IV a.d.C. lo definía como el dolor provocado por aquellos que tienen lo que nosotros querríamos tener. Es una emoción tan intensa que nos puede provocar desesperación y hasta dolor.
Muchas personas definen la época en que vivimos como la Era de la Envidia y el motivo radica en que las Redes Sociales fomentan esta emoción. Hasta hace poco sentíamos envidia de la vida (cosas, apariencia, éxito) de otra persona que teníamos cerca. En la actualidad, Internet nos acerca modelos y estilos de vida de todo el mundo y a golpe de clic podemos ver a personas de la otra punta del mundo. Seguimos en las redes a personas que nos muestran su mejor cara en las fotos. Se maquillan y posan como si estuvieran en un concurso de belleza y aplican todo tipo de flitros en las imágenes para parecer aún más radiantes.
Seguro que sabemos (cognitivamente) que estas influencers nos muestran sus fotos como si estuvieran en un escaparate y que no son reales, pero emocionalmente nos revuelven y nos hacen sentir envidia. Ninguno de nosotros nos escapamos de esa sensación desagradable al ver que otro ha logrado más exito que nosotros, que está en un viaje espectacular, que se compró el último modelo de móvil o tiene una casa de revista. Nos comparamos y sentimos que valemos menos que ellos. Aquí la envidia se convierte en algo peligroso ya que puede generar un profundo malestar con nosotros mismos, frustración e incluso una baja autoestima.
El extremo más patológico de la envidia lo encontramos en aquellas personas que quieren destruir lo que el otro tiene. Pueden llegar a sentir odio hacia esa persona. Pensemos en lo que les sucede a los adolescentes: desean sentirse únicos y cuando descubren que su amig@ se compró la misma prenda de ropa, sienten un intenso enfado y deseos de destruirles esa compra.
Pero la envidia tiene también su cara positiva. Esta emoción nos envía la señal de que nos falta algo en la vida. Nos conecta con la carencia y con la necesidad de algo no cubierto. Mas allá del deseo por las cosas materiales, la envidia nos puede ayudar a descubrir que una parte de nosotros se siente insatisfecha. Por eso hay que escuchar el mensaje que la envidia nos trae: ¿realmente sólo se trata de un bolso o un título? ¿O hay una insatisfacción más profunda porque no tengo el nivel económico que deseaba o no he logrado cumplir mi sueño profesional? Escuchemos esta emoción, reconozcámosla. Deberíamos ponerle nombre sin juzgar si somos o no malas personas por sentir envidia. La parte positiva de esta emoción es que nos espolea y nos pone en marcha para lograr aquello que soñamos o necesitamos. Puede ser un auténtico motor de superación personal.
Si nos damos cuenta que sentimos envidia de personas que tienen más cosas (vida social, dinero, títulos, poder, etc) que nosotros, es momento de pararnos a reconocer que podemos vivir sin tener tanto y ser felices. Todas esas pertenencias no nos van a hacer ser más valiosos ni más dichosos.
Céntrate en tu Esencia
Conéctate con el Ser y aléjate del Tener
Agradece lo que eres, vive el presente y siéntete dichoso.
Consulta privada de Miriam Magallón, psicóloga clínica.
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