Puede que el título de este artículo te haya hecho imaginar a una chica anoréxica que castiga su cuerpo con dietas estrictas, laxantes y ejercicio físico extenuante. Sin embargo, el motivo de mi reflexión va por otro lado. Quisiera pensar hoy sobre la relación que tenemos cada uno de nosotros con nuestro cuerpo.
Con demasiada frecuencia escucho a personas quejándose de su cuerpo: no me gustan mis caderas, soy demasiado bajita, no soporto mirarme en el espejo tras la ducha… Tampoco estamos acostumbrados a hablar bien de nosotros mismos. Parece que lo bien visto es «ponerse a caldo» y sacar todos los defectos a relucir.
¿Os habéis parado a pensar que nuestro cuerpo es el motor, el vehículo y el continente de todo nuestro ser? Nuestro cuerpo actúa como una máquina bien engrasada y nos permite movernos, sentir sensaciones, comunicarnos y tener contacto con otros, lograr nuestros objetivos. Sin embargo, sólo cuando una pieza falla nos damos cuenta de la importancia que tenía. No valoramos el mérito de nuestro cuerpo hasta que perdemos alguna facultad o tenemos que llevarlo al taller.
La relación con nuestro cuerpo refleja el nivel de autoestima que tenemos. La persona que se estima y tiene un buen concepto de sí misma, se siente responsable de cuidar y proteger su cuerpo. Y es que una buena salud se mide por el bienestar físico, mental y social. La imagen corporal no es tener buena presencia o un físico de infarto, sino la idea que tenemos de nuestro propio cuerpo. Así, una persona con una buena imagen corporal de sí misma tendría:
- Una percepción clara y verdadera de su cuerpo (no hay distorsión entre la realidad y su propia percepción)
- Aceptación del propio cuerpo (con sus límitaciones y sus cualidades)
- Entendería que el aspecto físico dice poco del carácter y de la valía de la persona.
Consulta privada de Miriam Magallón, psicóloga clínica.
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