1123363_irma_act_1[1]El diálogo interno habita en nosotros desde que adquirimos el lenguaje y empleamos las palabras para organizar nuestro pensamiento. Casi antes de que pronunciemos en voz alta las primeras palabras, hemos empezado a entablar diálogo con nosotros mismos: empezamos a hablarnos.

La salud mental y psicológica de la persona depende en buena parte del modo en que nos hablamos a nosotros mismos, de lo que nos decimos. ¿Sabes qué tipos de mensajes sueles enviarte?

El malestar y bienestar que sentimos en la vida no tiene que ver con la situación externa sino con la interpretación que le damos a esa situación y el mensaje que nos enviamos.

Vamos a seguir algunas pistas:

  • Piensa en un contratiempo, en una situación real o imaginada en la que algo por lo que habías luchado mucho y deseabas no ha salido adelante. ¿Qué es lo primero que te dices? ¿Qué mensaje te das tras un fracaso? Siempre lo estropeo, me he lucido, soy un perdedor, soy un desastre…
  • Ahora visualiza un triunfo de tu vida, un logro importante ¿recuerdas qué es lo primero que pensaste? No es para tanto, podría estar mejor, ha sido suerte, no me lo merezco
  • Por último sitúate frente a un reto, a una oportunidad. ¿Cómo la afrontas? ¿Qué te dices? No puedo fallar, ten cuidado, y ¿si me equivoco?

La opinión que tenemos de nosotros mismos sale automáticamente en este tipo de situaciones. Los mensajes que nos damos condicionan totalmente nuestra autoestima. Las personas que se aprecian se dan mensajes de ánimo, comprensión y reconocimiento; por el contrario las que tienen baja autoestima aprovechan cualquier oportunidad para rebajarse todavía más, quitarse importancia, machacarse.

Prueba a sustituir un mensaje habitual de perdedor por otro optimista y confiado en tus capacidades. Te sorprenderá el resultado que puedas lograr!

Consulta privada de Miriam Magallón, psicóloga clínica.
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