perfecto

Todos conocemos a alguien especialmente perfeccionista. Posiblemente mientras vayas leyendo este artículo te veas reflejado en todo o en parte de lo que se dice.  La persona perfeccionista es muy estricta consigo misma y con los demás. Valora la limpieza, el orden, la estética, la puntualidad y la buena organización. Hasta aquí todo bien.

Estas cualidades les llevan a tratar de organizar mejor los métodos y protocolos de actuación en cualquier ámbito: trabajo, casa, relaciones sociales… con lo cual facilitan la vida a los demás. También aportan a su entorno el valor de la equidad y la justicia. Son personas puntuales, coherentes y muy responsables con la tarea encomendada. Hasta aquí todo bien.

Con frecuencia su nivel de exigencia personal es tan alto que nunca llegan a alcanzarlo y esto les hace estar frustrados y enfadados continuamente. Se sienten sobrecargados de tareas y responsabilidad todo el día y necesitan hacer lo correcto en todas las situaciones: «se cómo se deben hacer las cosas». Por eso, su mejor cualidad se convierte en su propio infierno.

La persona perfeccionista no puede dejar de serlo en ningún momento porque siempre hay algo  pendiente por hacer. Por eso no descansa ni se relaja con facilidad. Necesita hacer lo que se propone para escapar de la sensación de ansiedad que le persigue cuando no cumple.

Puede que en la infancia sintieran que se esperaba mucho de ellos e hicieron suyas esas expectativas. También aprendieron que valían y eran buenos si hacían lo correcto y esa búsqueda de cariño y aprobación les hace tener que ser intachables.

El problema es que piensan de manera muy rígida. Las cosas solo se pueden hacer bien de una forma y es la suya. No hay excepciones, lo que está bien, está bien y lo que está mal, está mal. Por eso creen que el resto de la gente es mediocre, vaga y irresponsable. No entienden porque el resto del mundo no es como ellos y esto les irrita.

A estas alturas puedes estar preguntándote: ¿y esto cómo se arregla? Ahí van algunas pautas:

  • Cuando te sientas frenético por lograr un objetivo, para y pregúntate qué es lo que verdaderamente está en juego y si guarda proporción la frustración y la ansiedad que sientes con el problema que tienes entre manos.
  • Presta atención a tu diálogo interno, a lo que te dices. Tu autocrítica es tan implacable que buscas la perfección para librarte de ella. Las personas que toman conciencia del modo que tienen de hablarse a si mismas llegan a decir: no hablaría así ni a mi peor enemigo.
  • Dáte tiempo para aflojarte y divertirte.
  • Déjate ayudar, delega. No todo tiene que recaer sobre tus hombros
  • Aprende a estar contigo mismo en lugar de pelearte por ser quien debes ser.

¡¡Ya me contarás cómo resulta!!

Consulta privada de Miriam Magallón, psicóloga clínica.
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