Hoy os traigo un cuento que ha escrito mi hija:
Hacía más de 4 años que Pablo y Maria vivían en el Orfanato. Era un edificio antiguo con grietas y agujeros de los bombardeos de la Guerra Civil hace 4 años. Los mismos años que Maria y Pablo habían pasado sin sus padres. Lo poco que les quedaba de ellos tras su muerte era su gata Pelusa y un diario viejo
que nunca habían llegado a abrir, puesto que sabían que eso ya nos les haría recuperar a sus padres.
En el Orfanato no vivían bien. Comían sólo dos veces al día. Allí vivían niños que tenían historias parecidas a la suya. Todo era tristeza y oscuridad. Lo único que les levantaba el ánimo era estar el uno para el otro. Todavía les quedaba un rayito de esperanza que sentían de vez en cuando.
Una tarde Pablo y María estaban pensativos en el cuarto. María llevaba un tiempo pensando que podría ser buena idea escaparse del Orfanato para tener una vida mejor, pero aunque lo pensaba sabía que por el bien de su hermano y por el suyo debían quedarse allí. Mientras María pensaba esto, Pablo se acercó a su cama y se agachó. Cogió una maleta, la abrió y sacó lo que parecía un libro. Era el diario de su madre. Necesitaba abrirlo, saber cosas de su pasado. Asi que empezaron a leerlo: «16 de julio de 1936. Estoy muy preocupada porque mi marido no viene a casa desde hace días y tengo un mal presentimiento.»
María dejó de leer. Se le llenaron los ojos de lágrimas y veía borroso. No sabía por qué pero le había parecido ver por un segundo la imagen de su madre sonriendo. Le preguntó a su hermano si había visto algo y que dijo que no. A la mañana siguiente Pablo cogió el diario antes de que María se despertase y comenzó a leer; y por un instante tambien a él le pareció ver a su madre; parecía que era ella quien leía la página de su diario. Cuando María se despertó le contó que le había pasado lo mismo que a ella. A María le pareció extraño pero no halló solución posible.
Fueron pasando los días y el diario era cada vez más parte de ellos. Habían aprendido mucho de sus padres y no querían deshacerse de él. Todos los días veían a sus padres en sus páginas. Sentían como si siguieran vivos aunque sabían que no iban a volver. Estar junto a ellos a diario les daba ánimo para seguir, un rayito de esperanza.
Pasaron los años y María cumplió los 18 y podía salir del Orfanato para ir a la ciudad a trabajar. Decidió partir un día y prometió volver para recoger a Pablo. Pero las cosas se complicaron en su trabajo y la mandaron a Alemania a trabajar. Tendría que dejar a Pablo solo en el Orfanato. El día que fue a darle la noticia, la directora le dijo que Pablo ya no estaba allí, que habia muerto. María no podía creerlo. Entró en el edificio y comenzó a gritar el nombre de su hermano pero nadie respondía; cayó al suelo hecha un mar de lágrimas. Se había quedado sola, no le quedaba nadie, sola.
Subió al antiguo cuarto donde dormía y cogió el diario. Empezó a pasar sus páginas y ahí donde habia encontrado siempre a sus padres, vió también a su hermano. Le saludaban con la mano y le mandaban el único rayito de esperanza que ella podía sentir. María terminó trabajando en Alemania y formó una familia. Pudo ser feliz hasta el dia de hoy. Tiene 3 hijos y un gran rayo de esperanza que transmite a todo el mundo y que consigue gracias al diario. Pablo y sus padres le dan todos los días un rayito de esperanza para vivir feliz a pesar de los males.
No podría explicar de una manera mejor qué es elaborar bien un duelo; colocar en otro lugar a nuestros seres queridos fallecidos y seguir relacionándonos con ellos al tiempo que vivimos felices nuestro presente.
Consulta privada de Miriam Magallón, psicóloga clínica.
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