Todos creemos comer sano. Lo asociamos con tomar frutas y verduras, carne, pescado y huevos. Pero comer sano es mucho más que ingerir alimentos sanos y hacerlo de manera proporcionada y variada.
Entiendo por comer sano, tener una relación sana con la comida: ser libres para elegir el alimento que necesitamos en lugar que la comida nos elija a nosotros. Tener una relación sana con la comida también supone saber parar cuando estamos satisfechos.
Comer sano es no comer emocionalmente. De poco nos va a servir alimentarnos 4-5 veces al día y tratar de mantenernos en nuestro peso, si cada vez que nos revolvemos emocionalmente, asaltamos la nevera para calmar nuestro malestar. En anteriores artículos hemos hablado del comer emocional: la relación estrecha entre el comer y las emociones o dicho de otro modo, comer para calmar, anular o silenciar emociones como: la ansiedad, la tristeza, el aburrimiento o el enfado. Cada vez que recurrimos a la comida para acallar nuestras emociones, estamos dándole a los alimentos un uso inadecuado. Las emociones se manejan escuchándolas y dándoles salida y no, anestesiándolas con comida.
Sin patrones heredados en nuestra infancia: todos venimos de una familia y un entorno que se relacionaba con la comida de una manera única. Y esa impronta la llevamos, con más o menos conciencia, grabada en nuestro interior. Hay patrones de alimentación excesivos, otros que controlaban la cantidad y generaban sensación de privación, modelos de comer muy rápido y sálvesequienpueda… Sólo cuando dediquemos tiempo a recordar y analizar cómo se cocinaba y comía en casa. podremos detectar comportamientos que queremos cambiar y no seguir repitiendo. Así sanearemos nuestra relación con la comida.
Conscientemente y atento a las señales de saciedad de nuestro cuerpo: comemos en medio de ruidos, estímulos distractores, pantallas… y esto hace que apenas nos demos cuenta de lo que estamos comiendo. Si lográramos comer en un entorno tranquilo, sentados y calmados, descubriríamos a traves de los sentidos muchos matices: sabores, textura, temperatura, olor… Además estaríamos poniendo atención a las señales que nuestro cuerpo envía cuando está saciado porque ha comido suficiente, por lo que comeríamos menos cantidad y evitaríamos la sensación desagradable de estar muy lleno.
Cuidarnos y darnos los alimentos que agradan a nuestro cuerpo. Unos alimentos nos sientan mejor que otros, pero con frecuencia nos empeñamos en seguir tomando algunos (chocolate, café, fritos, comidas muy grasas) porque nos dan placer momentáneo. Las personas que tienen una relación sana con la comida, se valen de ésta, para nutrirse de manera saludable y sentirse con energía a lo largo del día. Por el contrario, las personas que no cuidan de sí mismas, ingieren cómida de baja calidad, que les aporta poca energía y un exceso de azúcares y grasas. Escuchar las señales que nos envía el cuerpo cuando comemos determinados platos, nos puede dar pistas de si son buenos para nosotros o no.
Cuidar el medioambiente, consumir productos locales y de temporada. tener una relación sana con la comida lleva implícito respetarla y darle valor. La comida que tenemos en nuestra nevera es el fruto de una gran esfuerzo de personas que la cultivaron, criaron y procesaron. Por ello deberíamos poner atención a la comida que tiramos y despilfarramos. Cuando comemos sano consumimos productos frescos no procesados y contribuímos a un menor gasto en plástico, envases y bolsas. Además, si procuramos comprar los productos propias de cada temporada, estaremos fomentando el mercado local. ¡Todos ganamos!
Si este post te ha dado que pensar, puedes seguir leyendo más sobre el tema en mi libro Comer en Familia.
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