Estamos en tiempo de celebraciones: cenas de Navidad, comidas de amigos, Nochebuena, Nochevieja… y todo lo celebramos comiendo. Comer nos une, nos acerca, nos da una excusa para encontrarnos.
Acordar una comida es a veces, una forma de reiniciar relaciones perdidas o deterioradas. Es posibilidad de encuentro. Y esta parte nuclear se desdibuja con la preocupación del menú, las compras y los preparativos.
Con frecuencia vivimos la preparación de estas celebraciones con agobio y estrés. Este año puedes vivirlo de manera distinta bajo la premisa: todos participamos. Pide colaboración a tu familia para repartir las cargas e hacer la compra. Puedes invitar a tus hijos a entrar en la cocina y hacer tareas adecuadas a su edad. Actualmente hay en el mercado un montón de utensilios de cocina adaptados para niños. Encárgales que pongan música, que coloquen cosas en la mesa, que hagan dulces o corten cosas sencillas. Podemos empezar a disfrutar ya con la preparación.
Se puede celebrar con control en la comida. Prepara tu mente para estar atenta a cuándo parar. Escucha las señales que tu cuerpo envía cuando está saciado. Si te mantienes activo y colaborador, comerás menos. Puedes saltarte el aperitivo o servirte un plato pequeño con una prueba de cada cosa. Enseña a tus hijos a hacer lo mismo. Ayúdales a parar cuando sea suficiente. Invítales a saborear y no devorar.
Disfruta de la alegría por si misma, sin añadidos, sin empachos. Juntarnos a celebrar la Navidad no tiene por qué ser sinónimo de atiborrarnos o tener una indigestión. El sentimiento de alegría es suficientemente potente para no tener que añadirle nada más. Disfruta de la reunión, del ambiente, de las conversaciones y las risas. En realidad no necesitamos más: quédate con la esencia. Sin añadidos ni sobrecargas.
Si quieres saber más del tema, no dejes de leer Comer en Familia.
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