Desde que empezó la pandemia nos hemos acostumbrado a despedirnos diciendo: cuídate. Lejos de ser una frase hecha, para mi, ha cobrado un significado mucho más profundo. Cuando le digo a alguien que se cuide, no sólo le estoy deseando que se cuide del virus y se proteja o que cuide su salud física sino sobre todo, que proteja su equilibrio psicológico y cuide de sus emociones.
Llevar mascarilla muchas horas al día, reducir nuestros contactos sociales, no dar ni recibir abrazos, vivir con la incertidumbre de la evolución del virus, el miedo al contagio… Todos estos cambios pueden afectarnos a nuestro equilibrio emocional. Y ¿cómo cuidamos de nuestras emociones?
En primer lugar hemos de ser capaces de percibirlas. Para ello podemos preguntarnos a lo largo del día varias veces: ¿qué estoy sintiendo?, ¿qué pasa por ahí dentro? Sólo siendo conscientes de lo que sentimos y poniéndoles nombre, vamos a poder cuidar de ellas. El problema surge cuando nos damos cuenta de que estamos sintiendo algo que no nos gusta nada. Cada persona tiene una o varias emociones con las que no se lleva bien: la rabia, la tristeza, el miedo, la envidia. Cuando aparece alguna de éstas, nos avergonzamos, nos asustamos o tratamos de taparlas porque no sabemos manejarlas. Pero cuando las emociones no son escuchadas ni tenidas en cuenta se pueden convertir en un nudo interior que nos llene de angustia y nos provoque sufrimiento.
Te recomiendo algunas pautas para cuidar de ellas:
Trata a tus emociones con amabilidad. Déjalas que existan. Las emociones no son buenas ni malas. Simplemente son. Están ahí para darnos un mensaje, cumplen la función de informarnos que algo pasa en nuestro interior.
Aprende a estar con ellas, escúchalas. Sí estás incómodo con la emoción que estás sintiendo, para y respira un rato. Deja que la emoción exista. Sé compasivo y trátala como lo harías con un amigo. Imagina que una persona a la que quieres mucho te cuenta lo que está sintiendo. ¿Te avergonzarías de ella, le regañarías? Creo que no. Tratarías de comprenderle, intentarías no juzgarle sino calmarle. Pues eso mismo podemos hacer con nuestras emociones.
Ahí van algunas preguntas para ir cuidando de tus emociones:
¿Qué hago cuando me siento mal? Toma conciencia de los comportamientos que tienes cuando te sientes mal: comer en exceso, beber mucho, trabajar sin descanso, descuidar tu imagen e higiene, abandonar tus hábitos de deporte, hacerte daño, tener conductas peligrosas, aislarte de tu gente querida…
¿Cómo cuido cada día de mis emociones? Haz una lista de las cosas que haces cada dia para cuidarte: por ejemplo,comer saludablemente, cuidar tu descanso y tu sueño, mover el cuerpo, hablar de lo que te pasa con tus amigos o familia, tomarte un tiempo para estar en silencio contigo mismo.
Cuidar de nuestra emociones es un proceso que aprende poco a poco. No te exijas hacerlo a la perfección. Trata de decirte varias veces al día: estoy aprediendo a cuidarme mejor.
¿Qué lugares, experiencias o personas me cargan las pilas? Nuestras emociones necesitan un punto de recarga. Hay que alimentarlas y nutrirlas. Haz tu listado anotando cosas o nombres concretos.
Escribe NOTAS o ponte en lugares visibles recordatorios de mensajes postivos o ideas que te hacen sentir bien.
Haz lista de personas y espacios con las que te sientes seguro. Frente a tanta incertidumbre, nuestro mundo emocional necesita reposar en lugares o personas que nos aporten calma.
Vive conectado con la vida, hay mucha vida a nuestro alrededor. Huye de los pensamientos catastrofistas, de personas negativas o de noticias alarmistas. Aprende a protegerte.
Consulta privada de Miriam Magallón, psicóloga clínica.
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