TOMAR LA DECISION DE VER Y DE ACEPTAR (II).
Psicoterapeuta. Consteladora.
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Una mujer joven estaba muy peleada con su miopía y con tener que usar lentes; se avergonzaba delante de la gente y se sentía como patito feo e inseguro. Visitó un médico tras otro para operarse y todos le dijeron que no le aconsejaban la intervención. Finalmente guiada por el deseo de deshacerse de su defecto, encuentró un médico con menos escrúpulos que accedió a operarla.
A partir de esa operación, se quedó con un problema de ojo seco y otras complicaciones; tampoco recuperó toda la vista y tuvo que seguir usando lentes. Cuando llegó a consulta estaba muy enojada con los médicos por ser nefastos profesionales.
El trabajo en terapia consistió en que se diera cuenta del rechazo enorme que sentía hacia sí misma hasta el punto de quererlo eliminar aún en contra de la opinión de los médicos. Su tarea era aceptarse tal y como es, con su miopía y su necesidad de lentes y ahora también, con sus ojos secos. Mirar amablemente esta característica suya, con una sonrisa benevolente. Vergüenza, depresión y sentimiento de patito feo eran las formas que tomaba el rechazo a sí misma. A través de diversos mensajes de su familia, aprendió a no sentirse querible con un “defecto”. A día de hoy es ella la que susurra o a veces grita desde dentro “no eres querible”.
Las personas que no aceptan alguna parte de sí mismas se van cargando de rabia y un día explotan pudiendo destruir relaciones importantes para ellas. Por ejemplo, una mujer profesional que no puede aceptar el miedo que tiene al fracaso, se sumerge en un largo período de inactividad y no acomete actividades para las que sí está preparada con una vaga sensación de “no sé qué me pasa y por qué estoy tan paralizada y desganada”. O un hombre que trata de parecer seguro de sí mismo en todo momento hasta el extremo de parecer rígido y duro, por no dejar siquiera que asome su timidez.
En lugar de rechazar lo que no nos gusta, podríamos escuchar y hacer conscientes esas partes de nosotros mismos que tratamos como trataban sus hermanastras a Cenicienta: la dejaban encerrada en casa para que nadie la viera, avergonzándose del aspecto desastroso que tenía.
Si logramos aceptar y amar lo que somos, entraremos por fin en un estado de serenidad y paz. Se acabaron las luchas internas.
Si estás pensando en tomar la decisión de amar algún aspecto tuyo que hasta ahorita estabas rechazando, te propongo algunas sugerencias:
- Si intentas corregir tu defecto regañándote o juzgándote emplearás la energía en defenderte.Trata tu defecto con amor, sin juicio.
- Autoestima es la capacidad de amar lo que somos en cada momento, con lo que emerge de nuestro cuerpo (características, carencias, enfermedades), de nuestros sentimientos, pensamientos, sueños, conductas, anhelos y recuerdos. Recibe cortés y amigablemente lo que vives y cada parte de lo que eres, siente respeto hacia ti mismo para luego ver cómo quieres mejorarlo y evolucionar.
- Puedes buscar un lugar y un tiempo tranquilos: respira llenando bien tus pulmones y contempla lo que vives en tu corazón. Visualiza que eres un árbol que crece frondoso y exuberante sobre la superficie de la tierra: necesita alimentarse hundiendo sus raíces en la oscura, profunda y húmeda tierra. Te harás más completo porque tus demonios y tus ángeles podrán convivir. Cuando podamos ver nuestra carencia, dejaremos de juzgar y de sentirnos “justos”, dejaremos de proyectar en los otros las partes de nosotros que no podemos tolerar (mi enojo, mi vulnerabilidad, etc) y seremos más comprensivos y menos manipuladores con los que nos rodean.