No os revelo nada nuevo si os digo que la vida es un continuo movimiento, momentos que se van y otros que vienen. Como decía Heráclito todo fluye y así debe ser: las estaciones del año, las horas de luz, el tiempo en el reloj, las mareas… Nada es estático.
De la misma forma, nuestro ciclo vital básico consiste en abrir y cerrar: relacionarnos y replegarnos, exponernos al mundo y retirarnos de éste.
Abrir y cerrar es compartir nuestra intimidad y poder retirarnos en soledad. Abrirnos al mundo y cerrarnos a éste, recogernos. Y esta danza que fluye, esta frontera permeable y flexible es la que define, en mi opinión, la salud. La persona que se siente cómoda en los dos estados y que pasa de un estado a otro sin esfuerzo y de manera natural, está sana.
Es decir, deberíamos poder habitar nuestra soledad y afrontar nuestro silencio y diálogo interno y también abrir nuestro ser a otros, comunicarnos profundamente y compartir nuestra vida. No parece tarea fácil.
Hay personas que sólo quieren estar solas. Que huyen de la intimidad y evitan a toda costa una conversación profunda y sincera de sí mismos. Otros llenan su vida de ruido, personas, actividades, palabras… Cualquier cosa para evitar escuchar su interior y pasar un rato a solas.
Todos tenemos las dos necesidades.La de cerrar, descansar, recogernos y pasar un rato en silencio.Y la de abrir, expresar nuestros sentimientos, vibrar con el otro y dejarle que entre en nuestro mundo. ¿En cuál de las dos te cuesta más estar?
Consulta privada de Miriam Magallón, psicóloga clínica.
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