Escucho a muchas personas arrepentirse, lamentarse de no haberse atrevido. Hay mucha gente dando vueltas a la rueda como el ratón enjaulado sin sentirse satisfechos con su vidas, atrapados en lo que se espera de ellos.
Hacen lo que toca. Se amparan en argumentos y justificaciones sobre la seguridad económica y las necesidades familiares para no dar el salto y entregarse a su vocación o a su proyecto personal.
En los años que estuve trabajando en una Unidad de Cuidados Paliativos, veía repetirse un modelo de vida una y otra vez: paciente rondando los 65 años con un cáncer en estado terminal que decía: «toda la vida trabajando y ahorrando para la jubilación y ahora no lo voy a disfrutar». Esa cercanía de la muerte les iluminaba y podían darse cuenta de lo que había faltado en su vida. «Si lo hubiera sabido, habría trabajado menos, habría pasado más tiempo con mi familia…» La gran mayoría de las personas que están muriendo se arrepienten de no haber disfrutado más de la vida.
Somos finitos, nos vamos a morir. Todos lo hacemos y sin embargo, tenemos la fantasía de que eso solo les pasa a otros o a los ancianos. Perdemos el tiempo, dejamos que la vida transcurra sin pararnos a pensar qué queremos realmente hacer en ésta. En contadas ocasiones nos viene la pregunta: si te quedaran unos meses de vida ¿qué harías? Entonces nos permitimos soñar. Sacamos los proyectos ilusionantes del cajón y verbalizamos toda nuestra lista de deseos. ¿Por qué esperar a que llegue el final para ponernos las pilas? Atrévete a hacer aquello que te gusta, sal de la rueda y busca tu sitio en la vida. No postpongas tu realización personal. No aplaces tus sueños. Solo tenemos una vida y tiene fin. ¿A qué esperas?
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Consulta privada de Miriam Magallón, psicóloga clínica.
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